Un día, mientras huía del llanto, no sé aún como, caí en una jaula de fieras. Temiéndome lo peor, esperando mi hora final, uno de los felinos se me acercó y posando sus fauces sobre mi oreja me susurró el secreto de la vida...y, desde entonces, soy una fiera.

jueves, 11 de marzo de 2010

Somnoliencia

Hoy no tengo ganas de comer...
En un mausoleo de atléticas estatuas griegas helados manzanos de níveos frutos miran desafiantes...
Noche clara pero de media luna, ausente de viento y suspiros.
Árboles que cobran vida me lanzan sus manzanas fallando adrede...
No me molesto en moverme ni un ápice, carezco de miedo.
Un espejo refleja una pálida luz azulada...que molesto.
Me retiro a reposar, pues me aburro...

miércoles, 10 de marzo de 2010

Envidia

A veces siento envidia de vosotros, riendo y llorando. Con esos latidos cálidos.
Conozco la pasión, más sólo en el momento.
Conozco la desazón, más la supera mi nihilismo.
En una vorágine de sentimientos lo único que conozco es la diversión y el tedio. Mi brújula de acciones y valores. Mi bien y mal. Y mi única ley.
A veces, sólo a veces, en contadas ocasiones de vacío, os tengo envidia,
mucha envidia...

martes, 9 de marzo de 2010

Irritación

A las fieras no nos gusta que se meen en nuestro territorio. Somos dominantes, agresivas...mortales. Nuestros grandes esfuerzos se enfocan en asegurar supervivencia con ataque feroz a todo aquello que viene a perturbar nuestra merecida tranquilidad. El problema viene cuando caminas entre humanos, entonces todo se complica. Una agresión puede ser una mínima palabra declamada por un ser insignificante al que poder destrozar de un solo zarpazo, pero claro, estamos en territorio humano, aquí las peleas son entre sedas y cristales.
Cuán poderoso es el instinto, vuelve una opinión paria en una seria afrenta, en una amenaza, en un riesgo a la paz de nuestro descanso. Un desafío a nuestra persona. Como fiera, soy demasiado enorme para luchar contra una pulga, pero ¿debo por ello dejar que me muerda?¿dejar que me cuestione, aunque no signifique nada para mí? Hay que aplastar a esa pulga.
Sin embargo el recuerdo de la jungla cristaloide de seda y luz parpadeante me resigna. Ahora toca callar y esconder las zarpas en zapatos y guantes negros, esperando, confiando en que las arenas del tiempo me den mi lugar en la cúspide alimenticia. Acechando en la oscuridad el momento preciso del ataque. Esperando en las sombras como un predador, como un cazador, como una fiera.